IMÁGENES DE MI QUERIDO PAÍS... URUGUAY!!!!
Seamos luz y no sombra Demos la mano y no la espalda Camina, no te detengas Construye, no destruyas.
miércoles, 28 de diciembre de 2016
lunes, 26 de diciembre de 2016
William Shakespeare
Biografía Cronología
En torno a 1860, al
tiempo que culminaba su obra Los miserables, Victor Hugo escribió desde el
destierro: "Shakespeare no tiene el monumento que Inglaterra le
debe". A esas alturas del siglo XIX, la obra del que hoy es considerado el
autor dramático más grande de todos los tiempos era ignorada por la mayoría y
despreciada por los exquisitos. Las palabras del patriarca francés cayeron como
una maza sobre las conciencias patrióticas inglesas; decenas de monumentos a
Shakespeare fueron erigidos inmediatamente.
En la actualidad, el
volumen de sus obras completas es tan indispensable como la Biblia en los
hogares anglosajones; Hamlet, Otelo o Macbeth se han convertido en símbolos y
su autor es un clásico sobre el que corren ríos de tinta. A pesar de ello,
William Shakespeare sigue siendo, como hombre, una incógnita.
William Shakespeare
Grandes lagunas, un
ramillete de relatos apócrifos y algunos datos dispersos conforman su
biografía. Ni siquiera se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento. Esto
daría pie en el siglo pasado a una extraña labor de aparente erudición,
protagonizada por los "antiestratfordianos", tendente a difundir la
maligna sospecha de que las obras de Shakespeare no habían sido escritas por el
personaje histórico del mismo nombre, sino por otros a los que sirvió de
pantalla. Francis Bacon, Edward de Vere, Walter Raleigh, la reina Isabel I e
incluso la misma esposa del bardo, Anne Hathaway, fueron los candidatos
propuestos por los especuladores estudiosos a ese ficticio Shakespeare. Según
otra teoría, su amigo el dramaturgo Christopher Marlowe habría sido el
verdadero autor: no habría muerto a los veintinueve años, en una pelea de
taberna como se creía, sino que logró huir al extranjero y desde allí enviaba
sus escritos a Shakespeare.
Ciertos aficionados a
la criptografía creyeron encontrar, en sus obras, claves que revelaban el
nombre de los verdaderos autores. En consonancia con las carátulas teatrales,
Shakespeare fue dividido en el Seudo-Shakespeare y en Shakespeare el Bribón.
Bajo esta labor de mero entretenimiento alentaba un curioso esnobismo: un
hombre de cuna humilde y pocos estudios no podía haber escrito obras de tal
grandeza.
Afortunadamente, con
el transcurrir de los años, ningún crítico serio, menos dedicado a injuriar que
a discernir, más preocupado por el brillo ajeno que por el propio, ha suscrito
estas anécdotas ingeniosas. Pero de las muchas refutaciones con que han sido
invalidadas, ninguna tan concluyente, aparte de los escasos pero
incontrovertibles datos históricos, como el testimonio de la obra misma; porque
a través de su estilo y de su talento inconfundibles podemos descubrir al
hombre.
Los orígenes
En el sexto año del
reinado de Isabel I de Inglaterra, el 26 de abril de 1564, fue bautizado
William Shakespeare en Stratford-upon-Avon, un pueblecito del condado de
Warwick que no sobrepasaba los dos mil habitantes, orgullosos todos ellos de su
iglesia, su escuela y su puente sobre el río. Uno de éstos era John
Shakespeare, comerciante en lana, carnicero y arrendatario que llegó a ser
concejal, tesorero y alcalde. De su unión con Mary Arden, señorita de distinguida
familia, nacieron cinco hijos, el tercero de los cuales recibió el nombre de
William. No se tiene constancia del día de su nacimiento, pero tradicionalmente
su cumpleaños se festeja el 23 de abril, tal vez para encontrar algún designio
o fatalidad en la fecha, ya que la muerte le llegó, cincuenta y dos años más
tarde, en ese mismo día.
Así, pues, no fue su
cuna tan humilde como asegura la crítica adversa, ni sus estudios tan escasos
como se supone. A pesar de que Ben Johnson, comediógrafo y amigo del
dramaturgo, afirmase exageradamente que "sabía poco latín y menos
griego", lo cierto es que Shakespeare aprendió la lengua de Virgilio en la
escuela de Stratford, aunque fuera como alumno poco entusiasta, extremos ambos
que sus obras confirman. La madre provenía de una vieja y acomodada familia
católica, y es muy posible que el poeta, junto con sus dos hermanos y una
hermana, fuese educado en la fe de su madre.
Casa natal de
Shakespeare
Sin embargo, no debió
de permanecer mucho tiempo en las aulas, pues cuando contaba trece años la
fortuna de su padre se esfumó y el joven hubo de ser colocado como dependiente
de carnicería. A los quince años, según se afirma, era ya un diestro matarife
que degollaba las terneras con pompa, esto es, pronunciando fúnebres y
floreados discursos. Se lo pinta también deambulando indolente por las riberas
del Avon, emborronando versos, entregado al estudio de nimiedades botánicas o
rivalizando con los más duros bebedores y sesteando después al pie de las
arboledas de Arden.
A los dieciocho años
hubo de casarse con Anne Hathaway, una aldeana nueve años mayor que él cuyo
embarazo estaba muy adelantado. Cinco meses después de la boda tuvo de ella una
hija, Susan, y luego los gemelos Judith y Hamnet. Pero Shakespeare no iba a resultar
un marido ideal ni ella estaba tan sobrada de prendas como para retenerlo a su
lado por mucho tiempo. Los intereses del poeta lo conducían por otros
derroteros antes que camino del hogar. Seguía escribiendo versos, asistía
hipnotizado a las representaciones que las compañías de cómicos de la legua
ofrecían en la Sala de Gremios de Stratford y no se perdía las mascaradas,
fuegos artificiales, cabalgatas y funciones teatrales con que se celebraban las
visitas de la reina al castillo de Kenilworth, morada de uno de sus favoritos.
Según la leyenda, en
1586 fue sorprendido in fraganti cazando furtivamente. Nicholas Rowe, su primer
biógrafo, escribe: "Por desgracia demasiado frecuente en los jóvenes,
Shakespeare se dio a malas compañías, y algunos que robaban ciervos lo
indujeron más de una vez a robarlos en un parque perteneciente a sir Thomas
Lucy, de Charlecote, cerca de Stratford. En consecuencia, este caballero
procesó a Shakespeare, quien, para vengarse, escribió una sátira contra él.
Este acaso primer ensayo de su musa resultó tan agresivo que el caballero
redobló su persecución, en tales términos que obligó a Shakespeare a dejar sus
negocios y su familia y a refugiarse en Londres". Pero es más plausible
que el virus del teatro lo impulsara a unirse a alguna farándula de cómicos
nómadas de paso por Stratford, abandonando hijos y esposa y trocándolos por la
a la vez sombría y espléndida capital del reino.
Shakespeare en la
ciudad del teatro
A partir de ese
momento hay una laguna en la vida de Shakespeare, un período al que los
biógrafos llaman "los años oscuros". No reaparece ante nuestros ojos
hasta 1593, cuando es ya un famoso dramaturgo y uno de los personajes más
populares de Londres. Entretanto se le atribuyen los siguientes empleos:
pasante de abogado, maestro de escuela, soldado de fortuna, tutor de noble
familia e incluso guardián de caballos a la puerta de los teatros. Pasarían
varios meses hasta que pudiera ingresar en ellos y meterse entre bastidores,
primero como traspunte o criado del apuntador, luego como comparsa, más tarde
como actor reconocido y, por fin, como autor de gran y merecido prestigio.
Prohibidos por un
ayuntamiento puritano que los consideraba semillero de vicios, los teatros se
habían instalado al otro lado del Támesis, fuera de la jurisdicción de la
ciudad y de la molestia de sus alguaciles. La Cortina, El Globo, El Cisne o
Blackfriars no eran muy distintos de los corrales hispanos donde se
representaba a Lope de Vega. La escenografía resultaba en extremo sencilla: dos
espadas cruzadas al fondo del proscenio significaban una batalla; un actor
inmóvil empolvado con yeso era un muro, y, si separaba los dedos, el muro tenía
grietas; un hombre cargado de leña, llevando una linterna y seguido por un
perro, era la luna.
El vestuario se
improvisaba en un rincón de la escena semioculto por cortinas hechas jirones, a
través de las que el público veía a los actores pintándose las mejillas con
ladrillo en polvo o tiznándose el bigote con corcho carbonizado. Mientras los
actores gesticulaban y declamaban, los hidalgos y los oficiales, acomodados a
su mismo nivel sobre la plataforma, les desconcertaban con sus risas, sus
gritos y sus juegos de cartas, prestos a lucir su ingenio improvisando réplicas
y a echar a perder la representación si la obra no les complacía. En torno al
patio, las galerías acogían a las damas de alcurnia y los caballeros. Y en el
fondo de "la cazuela", envueltos en sombras, sentados en el suelo
entre jarras de cerveza y humo de pipas, se veía a "los hediondos",
el maloliente pueblo.
En todo caso, se
trataba de un público con más imaginación que el actual o, al menos, buen
conocedor de las convenciones teatrales impuestas por la penuria o por la ley.
Inspirándose en el severo primitivismo del Deuteronomio, los legisladores
puritanos prohibían la presencia de mujeres en la escena. Las Julietas,
Desdémonas y Ofelias de Shakespeare fueron encarnadas por jovencitos bien
parecidos de voz atiplada, ascendidos a Hamlets, Macbeths y Otelos en cuanto
les despuntaba la barba y les cambiaba la voz. Tal era el teatro en que
Shakespeare empezó su carrera dramática.
La fecundidad
Hacia 1589,
Shakespeare comenzó a escribir. Lo hacía en hojas sueltas, como la mayoría de
los poetas de entonces. Los actores aprendían y ensayaban sus papeles a toda
prisa y leyendo en el original, del que no se sacaban copias por falta de
tiempo; de ahí que ya no existan los manuscritos. Como cada tarde se ofrecía
una obra diferente, el repertorio había de ser muy variado. Si la obra fracasaba
ya no se volvía a escenificar. Si gustaba era repuesta a intervalos de dos o
tres días. Una obra de mucho éxito, como todas las de Shakespeare, podía
representarse unas diez o doce veces en un mes. Algunos actores eran capaces de
improvisar a partir de un somero argumento los diálogos de la obra conforme se
iba desarrollando la acción. Shakespeare nunca los necesitó.
Acuciado por este
ritmo vertiginoso y espoleado por su genio, Shakespeare empezó a producir dos
obras por año. En su primera etapa, Shakespeare siguió la línea de estos dramas
isabelinos de capa y espada. De estos años (entre 1589 y 1592) son las obras
con las que inaugura su crónica nacional, sus dramas históricos: las tres
primeras partes de Enrique VI y la historia de quien lo asesinó, Ricardo III.
La comedia de los errores, basada en un tema de Plauto, marca su faceta
burlesca, y Tito Andrónico, tragedia bárbara inspirada en Séneca, su primera
obra de tema romano.
Durante la peste de
Londres de 1592 (que los puritanos aprovecharon para mantener cerrados los
teatros hasta 1594), Shakespeare se retiró a Stratford y desarrolló sus dotes
poéticas. En 1593 publicó Venus y Adonis y en 1594 La violación de Lucrecia,
dos poemas largos, dedicados a su joven protector, Henry Wriothesley, conde de
Southampton, a quien se suele asociar con uno de los protagonistas de los
afamados sonetos. Según figura en los documentos, en 1594 ya era miembro
destacado de la mejor compañía de la época, la Lord Chamberlain's Company of
Players (Compañía de Actores de lord Chamberlain), nombre tomado de su
protector, y había escrito La fierecilla domada, Los dos hidalgos de Verona,
dos comedias de inspiración italiana y una tercera, Trabajos de amor perdidos,
ambientada en una Navarra imaginaria.
Shakespeare empezó de
actor en la compañía y aunque siguió haciéndolo hasta 1603, nunca llegó a
interpretar papeles principales. Sin embargo, la experiencia debió serle útil.
Como Molière, Brecht o Bulgákov, Shakespeare fue un verdadero hombre de teatro:
lo conocía desde dentro, participaba en los ensayos, presenciaba los
espectáculos y concebía sus personajes pensando en actores concretos.
Paralelamente a su éxito teatral, mejoró su economía. Llegó a ser uno de los
accionistas de su teatro, pudo ayudar económicamente a su padre e incluso en
1596 le compró un título nobiliario, cuyo escudo aparece en el monumento al
poeta construido poco después de su muerte en la iglesia de Stratford. Entre
1594 y 1597 escribió Romeo y Julieta y El sueño de una noche de verano, dos
obras de amor y de juventud, y los dramas históricos Ricardo II, El rey Juan y
El mercader de Venecia.
En 1598 la compañía
de Chamberlain se instaló en el nuevo teatro The Globe (El Globo), cuyo nombre
se uniría al de Shakespeare para siempre. Ésta parece que fue la etapa más
feliz del escritor, la época de las comedias Mucho ruido y pocas nueces, Como
gustéis, Las alegres comadres de Windsor (que según la leyenda fue escrita en
quince días por encargo urgente de la reina), Noche de Reyes y Bien está lo que
bien acaba, escritas todas entre 1598 y 1603. De estos años son también (como
anticipando su próxima etapa) Julio César, Troilo y Crésida y su obra más
famosa y perdurable, Hamlet.
A la muerte de Isabel
l en 1603, Jacobo I, hijo de María Estuardo y rey de Escocia desde 1567, se
convirtió también en rey de Inglaterra y la compañía de Chamberlain pasó bajo
su protección con el nombre de King's Men (Hombres del Rey). A pesar del cambio
de nombre y de protector, el teatro mantuvo su carácter público: hicieron
representaciones para todo el mundo, incluso para la corte.
Ante tal éxito, la
compañía inauguró una pequeña sala cubierta en 1608, la Blackfriars, con una
entrada más elevada y para un público más selecto. Financieramente, la compañía
funcionaba como una sociedad anónima de la que Shakespeare fue uno de sus más
importantes accionistas. Debido a la buena administración, su posición
económica se afirmó aun mas: compró varias propiedades en Londres y en
Stratford, hizo distintas inversiones, entre ellas algunas agrícolas, y en 1605
compró una participación de los diezmos de la parroquia de Stratford, gracias a
lo cual (y no a su gloria literaria) sería enterrado en el presbiterio de la
iglesia.
El último acto
Shakespeare tuvo
siempre obras en escena, pero nunca aburrió. Entre 1600 y 1610 no dejó de estar
en el candelero con sus príncipes impelidos a acometer lo imposible, sus
monarcas de ampuloso discurso, sus cortesanos vengativos y lúgubres, sus tipos
cuerdos que se fingen locos y sus tipos locos que pretenden llegar a lo más
negro de su locura, sus hadas y geniecillos vivaces, sus bufones, sus
monstruos, sus usureros y sus perfectos estúpidos. Esta pléyade de criaturas
capaces de abarrotar cielo e infierno le llenaron la bolsa.
A fines de siglo ya
era bastante rico y compró o hizo edificar una casa en Stratford, que llamó
New-Place. En 1597 había muerto su hijo, dejando como única y escueta señal de
su paso por la tierra una línea en el registro mortuorio de la parroquia de su
pueblo. Susan y Judith se casaron, la primera con un médico y la segunda con un
comerciante. Susan tenía talento; Judith no sabía leer ni escribir y firmaba
con una cruz. En 1611, cuando Shakespeare se encontraba en la cúspide de su
fama, se despidió de la escena con La tempestad y, cansado y quizás enfermo, se
retiró a su casa de New-Place dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su
jardín y resignado a ver junto a él cada mañana el adusto rostro de su mujer.
En el jardín plantó la primera morera cultivada en Stratford. Murió el 23 de
abril de 1616 a los cincuenta y dos años, en una fecha que quedó marcada en
negro en la historia de la literatura universal por la luctuosa coincidencia
con la muerte de Cervantes.
Los misterios de
Shakespeare
Es cierto que la
juventud del poeta ofrece los pasajes más desconocidos para el biógrafo. Sin
embargo, los verdaderos misterios de su vida pertenecen a aquellos años en que
su carrera puede ser reconstruida con bastante fidelidad. El más conocido de
estos enigmas está relacionado con sus Sonetos, publicados en 1609, pero
escritos, en su mayor parte, unos diez o quince años antes. Uno de los
protagonistas de los 154 sonetos es un apuesto joven a quien el poeta admira
mucho, y el otro es la famosa dark lady, "dama morena", que le fue
infiel con el anterior.
Muchos intentaron
encontrar en estos poemas claves de la vida interior de Shakespeare, pruebas de
su presunta homosexualidad, afirmando que el joven galán de los sonetos o, tal
vez, la "dama morena" no era otro que el conde de Southampton,
mecenas del debutante autor, a quien le había dedicado sus dos primeras obras
poéticas. No se sabe con certeza quién era el objeto de la adoración secreta
del poeta. Sus únicas referencias personales comprensibles y claras son
menudencias: que sufría de insomnio, que le gustaba la música, que reprobaba
las mejillas pintadas y el uso de las pelucas.
El conde Henry
Wriothesley de
Southampton,
protector de Shakespeare
Otra de las
incógnitas es que sus años de más éxito social, económico y profesional, entre
1603 y 1612, coinciden con la época de sus grandes tragedias, sus obras más
amargas y desilusionadas, como Otelo, El rey Lear, Macbeth, Antonio y
Cleopatra, Coriolano y Timón de Atenas. Incluso la última comedia de estos
años, Medida por medida, es más sombría que muchos de sus dramas. Además, sus
últimas cuatro obras, Pericles, Cimbelino, El cuento de invierno y La
tempestad, su maravillosa despedida del teatro y del mundo, muestran una
curiosa incursión de elementos novelescos y pastoriles en su teatro, sin duda
bajo la Influencia de la nueva generación de dramaturgos como Francis Beaumont
o John Fletcher. Hay otras dos obras, Enrique VIII y Los dos nobles parientes,
ambas de 1612-1613, cuya autoría parcial suelen atribuírsele, ya que según
todos los indicios fueron escritas en colaboración con el joven Fletcher, con
las que el número de sus piezas teatrales sumarían 38. Pero La tempestad es
considerada universalmente como su última obra.
Sea como fuere, lo
cierto es que alrededor de 1613, es decir a los cuarenta y ocho años de edad,
en pleno poder de sus facultades mentales y en el cenit de su carrera,
Shakespeare rompió abruptamente con el teatro y se retiró a su ciudad natal
como podría hacerlo un pequeño burgués que después de una vida de trabajo
quisiera gozar de sus bienes en la quietud campestre. Sus últimos años
transcurrieron como los de un respetado hidalgo rural: participaba en la vida
social de Stratford, administraba sus propiedades y compartía sus días con sus
familiares y vecinos.
Sus obras siguieron
en cartelera hasta después de su muerte, y debió conservar algún contacto,
aunque sólo amistoso, con el teatro. Incluso se dijo, según una leyenda
registrada casi medio siglo después, que murió a consecuencia de un banquete
celebrado en compañía de su colega Ben Jonson. Contradice a esta historia el
hecho de que un mes antes de su muerte dictara su testamento rubricándolo con
una firma temblorosa que permite imaginar que ya se encontraba enfermo.
El testamento,
extenso y minucioso, está relacionado con el último misterio de la vida de
Shakespeare, aunque sea sólo menor y de orden anecdótico: después de nombrar
como heredero principal al marido de su hija mayor, Susan, y de legar valiosos
objetos de oro y de plata a su otra hija, Judith, dejó a su mujer su «segunda
mejor cama». Nadie ha podido descifrar el significado verdadero de tan extraño
legado, que, a su vez, dice mucho del cariz del matrimonio del poeta.
La posteridad se ha
ocupado de Shakespeare más que de cualquier otro autor, y no sólo en el sentido
positivo. Muchos querían negarle la autoría de su obra atribuyéndosela a
espíritus más elevados, preferiblemente de origen ilustre. A Voltaire y a
Tolstói, por ejemplo, les irritaba no la persona del poeta (o su origen
plebeyo), sino su obra, que es lo contrario a todo orden clásico, regla
artística o realismo formal. Es la misma libertad: verbal, dramática,
emocional. Se expresa con veloces imágenes, en una misma obra salta años,
países y mares, cambia azarosamente los hilos de la trama y alterna el tono
cómico con el trágico. Su obra es la perenne inquietud y su perspectiva, el
infinito. Hace caso omiso de los cánones de la composición porque obedece a
unas leyes más importantes y atávicas que las de la unidad de tiempo o de
lugar. Nadie logró inmortalizar a tantos personajes como ese dramaturgo que
prácticamente no llegó a inventar ni una sola historia propia.
En una de esas
metáforas asombrosamente plásticas que tanto abundan en su obra, Shakespeare
define la gloria como «un circulo en el agua / que nunca cesa de agrandarse /
hasta llegar a ser tan ancho / que se disipa en la nada...». Pero la suya no
fue así. No tendió a desvanecerse, ni siquiera a languidecer: después del
relativo desinterés por su obra en los tiempos de moral puritana y de gusto
neoclásico, a partir del prerromanticismo se le volvió a descubrir de modo
universal. Desde entonces todas las épocas y estilos tienen su propio
Shakespeare, corroborando la predicción de su amigo y rival, Ben Jonson: «Él
no era de una época sino para todos los tiempos».
CASA NATAL |
Julio Herrera
y Reissig
(1875/08/01 -
1910/03/09)
Poeta
uruguayo
Nació el 1 de
agosto de 1875 en Montevideo (Uruguay). Padeció desde su nacimiento de una
lesión cardíaca.
Trabajó en
cargos públicos y cultivó de modo ocasional el periodismo y la política.
Iniciado en un tardío romanticismo, con obras juveniles de escasa
significación, empieza a evolucionar hacia las propuestas simbolistas y
parnasianas, abiertas en la poesía de Rubén Darío.
Constituye
uno de los núcleos modernistas de América del Sur, en torno a su tertulia de la
Torre de los Panoramas, que funcionaba en el altillo de su propia casa. De esta
época (1900-1902) hay que destacar sus poemarios Las pascuas del tiempo y Los
maitines de la noche.
Su poesía
será conocida, en buena parte, de modo póstumo, en las dos series de sonetos de
Los éxtasis de la montaña y las dos simétricas de Los parques abandonados. En
otros textos, como Las clepsidras y La torre de las esfinges, realiza una
exploración interior, basada en visiones de sueño.
Julio Herrera
falleció en Montevideo el 9 de marzo de 1910, debido a su afección cardíaca
Obras
Poesía
Canto a
Lamartine (1898)
Las pascuas
del tiempo (1902)
La vida
(1903)
Los parques
abandonados (1902-1908)
Los éxtasis
de la montaña (1904-1907)
Las
clepsidras (1909)
La torre de
las esfinges (1909)
Ensayo
Epílogo
wagneriano a "La política de fusión" con surtidos de psicología sobre
el Imperio de Zapicán (1902)
El pudor. La
cachondez (1992)
Tratado de la
imbecilidad del país, por el sistema de Herbert Spencer (1900 - 1902)
Su majestad
el tiempo
El viejo
Patriarca,
que todo lo
abarca,
se riza la
barba de principe asirio;
su nívea
cabeza parece un gran lirio,
parece un
gran lirio la nivea cabeza del viejo Patriarca.
Su pálida
frente es un mapa confuso:
la abultan
montañas de hueso,
que forman lo
raro, lo inmenso, lo espeso
de todos los
siglos del tiempo difuso.
Su frente de
viejo ermitaño
parece el desierto
de todo lo antaño:
en ella han
carpido la hora y el año,
lo siempre
empezado, lo siempre concluso,
lo vago, lo
ignoto, lo iluso, lo extraño,
lo extraño y
lo iluso...
Su pálida
frente es un mapa confuso:
la cruzan
arrugas, eternas arrugas,
que son cual
los rios del vago país de lo abstruso
cuyas olas,
los años, se escapan en rápidas fugas.
¡Oh, la
viejas, eternas arrugas!
¡Oh, los
surcos oscuros!
¡Pensamientos
en forma de orugas
de donde
saldrán los magníficos siglos futuros!.
jueves, 22 de diciembre de 2016
FEDERICO GARCIA LORCA
(Fuente Vaqueros,
España, 1898 - Víznar, id., 1936) Poeta y dramaturgo español. Los primeros años
de la infancia de Federico García Lorca transcurrieron en el ambiente rural de
su pequeño pueblo granadino, para después ir a estudiar a un colegio de
Almería.
Continuó sus estudios
superiores en la Universidad de Granada: estudió filosofía y letras y se
licenció en derecho. En la universidad hizo amistad con Manuel de Falla, quien
ejerció una gran influencia en él, transmitiéndole su amor por el folclore y lo
popular.
A partir de 1919, se
instaló en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a Juan Ramón
Jiménez y a Machado, y trabó amistad con poetas de su generación y artistas
como Buñuel o Dalí. En este ambiente, Lorca se dedicó con pasión no sólo a la
poesía, sino también a la música y el dibujo, y empezó a interesarse por el
teatro. Sin embargo, su primera pieza teatral, El maleficio de la mariposa, fue
un fracaso.
En 1921 publicó su
primera obra en verso, Libro de poemas, con la cual, a pesar de acusar las
influencias románticas y modernistas, consiguió llamar la atención. Sin
embargo, el reconocimiento y el éxito literario de Federico García Lorca llegó
con la publicación, en 1927, de Canciones y, sobre todo, con las aplaudidas y
continuadas representaciones en Madrid de Mariana Pineda, drama patriótico.
Entre 1921 y 1924, al
mismo tiempo que trabajaba en Canciones, escribió una obra basada en el
folclore andaluz, el Poema del cante jondo (publicado en 1931), un libro ya más
unitario y madurado, con el que experimenta por primera vez lo que será un
rasgo característico de su poética: la identificación con lo popular y su
posterior estilización culta, y que llevó a su plena madurez con el Romancero
gitano (1928), que obtuvo un éxito inmediato. En él se funden lo popular y lo
culto para cantar al pueblo perseguido de los gitanos, personajes marginales
marcados por un trágico destino. Formalmente, Lorca consiguió un lenguaje
personal, inconfundible, que reside en la asimilación de elementos y formas
populares combinados con audaces metáforas, y con una estilización propia de
las formas de poesía pura con que se etiquetó a su generación.
Tras este éxito,
Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como becario durante el
curso 1929-1930. Las impresiones que la ciudad imprimió en su ánimo se
materializaron en Poeta en Nueva York (publicada póstumamente en 1940), un
canto angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y
mecanizada de hoy. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores obras
dejan paso en esta otra a visiones apocalípticas, hechas de imágenes ilógicas y
oníricas, que entroncan con la corriente surrealista francesa, aunque siempre
dentro de la poética personal de Lorca.
De nuevo en España,
en 1932 Federico García Lorca fue nombrado director de La Barraca, compañía de
teatro universitario que se proponía llevar a los pueblos de Castilla el teatro
clásico del Siglo de Oro. Su interés por el teatro, tanto en su vertiente
creativa como de difusión, responde a una progresiva evolución hacia lo
colectivo y un afán por llegar de la forma más directa posible al pueblo. Así,
los últimos años de su vida los consagró al teatro, a excepción de dos libros
de poesía: Diván del Tamarit, conjunto de poemas inspirados en la poesía
arabigoandaluza, y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1936), hermosa elegía
dedicada a su amigo torero, donde combina el tono popular con imágenes de
filiación surrealista.
Federico García Lorca
con la actriz Margarita Xirgu y
Cipriano Rivas en la
presentación de Yerma (1934)
Las últimas obras de
Federico García Lorca son piezas teatrales. Yerma (1934) es una verdadera
tragedia al modo clásico, incluido el coro de lavanderas, con su corifeo que dialoga
con la protagonista comentando la acción. Parecido es el asunto en Bodas de
Sangre (1933), donde un suceso real inspiró el drama de una novia que huye tras
su boda con un antiguo novio (Leonardo). La huida, llena de premoniciones, en
la que la propia muerte aparece como personaje, presagia un final al que se
viene aludiendo desde la primera escena y en el que ambos hombres se matarán,
segando así la posibilidad de continuidad de la estirpe por ambas ramas y
renovando la muerte del padre del novio a manos de la familia de Leonardo. De
esta manera, la pasión y la autobúsqueda concluyen con la destrucción de todo
el orden establecido.
Entre toda ellas
destaca La Casa de Bernarda Alba (1936), donde la pasión por la vida de la
joven Adela, encerrada en su casa junto con sus hermanas a causa del luto de su
padre y oprimida bajo el yugo de una madre tiránica, se rebelará sin temor a
las últimas consecuencias. De esta manera, su pasión por la vida se estrellará
contra el muro de incomprensión de su familia concluyendo todo con su
eliminación. Junto con la figura de la protagonista, destaca la serie de
retratos femeninos que realiza el autor, desde la propia Bernarda hasta la
vieja criada confidente de todas (La Poncia), la hermana amargada y envidiosa
(Martirio) o la abuela enloquecida que se opone a la tiranía de Bernarda.
La casa de Bernarda
Alba, considerada su obra maestra, fue también la última, ya que ese mismo año,
al estallar la guerra civil, fue detenido por las fuerzas franquistas y
fusilado diez días más tarde, bajo acusaciones poco claras que señalaban hacia
su papel de poeta, librepensador y personaje susceptible de alterar el «orden
social».
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