Julio Herrera
y Reissig
(1875/08/01 -
1910/03/09)
Poeta
uruguayo
Nació el 1 de
agosto de 1875 en Montevideo (Uruguay). Padeció desde su nacimiento de una
lesión cardíaca.
Trabajó en
cargos públicos y cultivó de modo ocasional el periodismo y la política.
Iniciado en un tardío romanticismo, con obras juveniles de escasa
significación, empieza a evolucionar hacia las propuestas simbolistas y
parnasianas, abiertas en la poesía de Rubén Darío.
Constituye
uno de los núcleos modernistas de América del Sur, en torno a su tertulia de la
Torre de los Panoramas, que funcionaba en el altillo de su propia casa. De esta
época (1900-1902) hay que destacar sus poemarios Las pascuas del tiempo y Los
maitines de la noche.
Su poesía
será conocida, en buena parte, de modo póstumo, en las dos series de sonetos de
Los éxtasis de la montaña y las dos simétricas de Los parques abandonados. En
otros textos, como Las clepsidras y La torre de las esfinges, realiza una
exploración interior, basada en visiones de sueño.
Julio Herrera
falleció en Montevideo el 9 de marzo de 1910, debido a su afección cardíaca
Obras
Poesía
Canto a
Lamartine (1898)
Las pascuas
del tiempo (1902)
La vida
(1903)
Los parques
abandonados (1902-1908)
Los éxtasis
de la montaña (1904-1907)
Las
clepsidras (1909)
La torre de
las esfinges (1909)
Ensayo
Epílogo
wagneriano a "La política de fusión" con surtidos de psicología sobre
el Imperio de Zapicán (1902)
El pudor. La
cachondez (1992)
Tratado de la
imbecilidad del país, por el sistema de Herbert Spencer (1900 - 1902)
Su majestad
el tiempo
El viejo
Patriarca,
que todo lo
abarca,
se riza la
barba de principe asirio;
su nívea
cabeza parece un gran lirio,
parece un
gran lirio la nivea cabeza del viejo Patriarca.
Su pálida
frente es un mapa confuso:
la abultan
montañas de hueso,
que forman lo
raro, lo inmenso, lo espeso
de todos los
siglos del tiempo difuso.
Su frente de
viejo ermitaño
parece el desierto
de todo lo antaño:
en ella han
carpido la hora y el año,
lo siempre
empezado, lo siempre concluso,
lo vago, lo
ignoto, lo iluso, lo extraño,
lo extraño y
lo iluso...
Su pálida
frente es un mapa confuso:
la cruzan
arrugas, eternas arrugas,
que son cual
los rios del vago país de lo abstruso
cuyas olas,
los años, se escapan en rápidas fugas.
¡Oh, la
viejas, eternas arrugas!
¡Oh, los
surcos oscuros!
¡Pensamientos
en forma de orugas
de donde
saldrán los magníficos siglos futuros!.
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